Aunque el
diamante es tan antiguo como la historia, su uso industrial data
prácticamente de este siglo. Sus aplicaciones y constante expansión son
infinitas como el universo mismo. Su nombre proviene del griego, que
significa indomable.
El origen del diamante es un enigma más que interesante, fascinante.
Tratar de descubrir los secretos de su naturaleza ha sido siempre tema de
permanente estudio, tanto científico como práctico.
Se estima que su formación se produjo por la cristalización del carbono a
una temperatura de 1800º C y sometido a grandes presiones.
Ante la transformación del carbono, se encontraría presente en diferentes
hidrocarburos tales como: el grisú, el metano, el petróleo, etc., de allí
su diferencia de color. Luego, durante el proceso de enfriamiento del
magma y por la acción volcánica, dichos cristales habrían salido a la
superficie formándose los yacimientos denominados Kimberlite o los
depósitos aluviales.
En los últimos años se han desarrollado diamantes sintéticos de alta
calidad para el corte de las piedras, superando en ciertos casos a los
naturales, ya que los artificiales producidos por el hombre puede ser
modelados en aspecto físico-químico y la estructura de acuerdo a las
características del trabajo a realizar.
Como resultado de estas largas y fructíferas experiencias de avanzada, el
mercado cuenta en la actualidad con una gama de estos productos que se
aplican con éxito a las condiciones más rigurosas que exigen los cortes de
materiales de difícil aserrado.
|